viernes, 11 de junio de 2010

El Mural

Héctor Olivera
Argentina

Simple fresco sobre la hipocresía argentina

Plasmar en una sola película de menos de dos horas de duración la rica historia del muralista David Siqueiros y su relación con Natalio Botana saliendo airoso es casi imposible. No por la falta de capacidad de quien emprenda proyecto de tal magnitud, sino por la cantidad de historias que se derivan de un conflicto del que participaron notables figuras del siglo XX y que debido a su  riqueza pueden hacerlo desbarrancar para convertirlo en un pastiche. Aunque debemos aclarar que este no es el caso de El mural (2010) y que más allá del clasicismo que atraviesa el relato, Héctor Olivera (La noche de los lápices, 1986) sale airoso de tamaña hazaña.
En plenos años 30 Natalio Botana, dueño del influyente diario Crítica de Argentina contrata al mexicano David Siqueiros para que pinte un mural en el sótano de su casa. En el medio de este hecho habrá traiciones, infidelidades, muertes, mentiras, corrupción, derrocamientos políticos y todo lo que a uno se le pueda ocurrir y más.
¿Cómo narrar una historia tan rica en sus personajes sin convertir todo en una ensalada inentendible? ¿Y cómo lograrlo si tenemos en la historia a Siqueiros, Botana, Pablo Neruda, Victoria Ocampo, Antonio Berni, Spilimbergo, etc. y etc.? La respuesta es simple y sencilla: no salirse de los protagonistas haciendo que el resto acompañe el relato sin darle una impronta innecesaria, por más que se crea lo contario y por momentos piense que no están desarrollados como se merecen. Por eso El mural articula el relato entre Siqueiros y Botana, mientras el resto acompaña en la dosis justa.
Entre tanta historia el film pone al desnudo lo peor de la sociedad de aquella época de la misma forma que Plegarias Atendidas de Truman Capote lo hacía con la alta sociedad neoyorkina. Un grupo de personas sin ningún tipo de escrúpulos no escatimarán en limitaciones a la hora de la traición. Esos personajes, tan ricos por si solos, son uno de los puntos más fuertes de El mural. Tanto Luis Machín (Botana), como el mexicano Bruno Bichir (Siqueiros) y Carla Peterson como Blanca Luz salen airosos, creando y no caricaturizando o imitando a los reales, como sucede en la mayoría de las bipic cinematográficas. Aunque sin duda, y una vez más, es Ana Celentano la que vuelve a sorprender con una construcción antológica que derrapa todos los matices que un actor puede brindar.
Pero ese mundo de hipócritas que solo abarca a un grupo de personas, tal vez las más notables aquella época, sirve para reflejar un momento sociopolítico que se mantuvo vivo en nuestra historia. En uno de los fragmentos del film -que Olivera resuelve elípticamente de manera correcta - se pone al descubierto como Crítica tapó el asesinato de un senador con la muerte de Gardel (no es que Botana mandó a matar al  “Zorzal Criollo” sino como se manipuló todo para que un caso tomáse mayor relevancia que otro), algo que hoy en día es moneda corriente, no solo en Argentina sino en todo el mundo.
Plásticamente se recurrió a grandes creadores para lograr una notable reconstrucción de época que no escatima en planos generales con cientos de extras, locaciones reales, y una cantidad incontable de trajes acompañados por la fotografía de Félix Monti que le otorgo un color añejado pero a la vez con la luminosidad que el film necesita.
A pesar de lo mucho que había por abarcar y de lo ambicioso del proyecto, El mural no se descarriló y contó una historia concisa, narrativa y clásica. Si usted buscaba eso, dio con la película correcta caso contrario vaya a ver Nuevo Cine Argentino. 

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